30/10/2008, jueves
El portavoz no tiene palabras
El portavoz del gobierno es un experimentado profesional de la insinuación, la insidia y el dicterio. Y parece que su trabajo responde más a una vocación que a una necesidad y menos a una obligación que a un divertimiento. Por eso lleva tantos años pervirtiendo las funciones de su cargo. Daniel Conesa es el responsable de transmitir la acción política e institucional del Consejo de Gobierno que, con ocasión del desempeño de esta actividad administrativa, disfruta denigrando a los miembros de la oposición, revolviendo la información municipal con la opinión partidista y desacreditando a las personas e instituciones que disienten de la verdad oficial.
Ayer, en el estudio de grabación del Ayuntamiento –a cualquier habitación llaman sala de prensa- dictó uno de sus más miserables discursos que concluyó con una frase que condensó el sentido exacto de sus palabras y su temor a las consecuencias de su incontenible verborrea: “yo prefiero quedarme ahí y no hablar más”. (escuchar audio difundido en el informativo de Radio Melilla SER 29/10/08)
Y es que ya lo había dicho todo muy claramente al sugerir una posible coincidencia de objetivos entre las mafias que promueven la introducción ilegal de inmigrantes en Melilla y una organización no gubernamental de la ciudad que, según la propaganda institucional, se extralimita en la prestación de ayuda y protección a los extranjeros o menores. Es cierto que el carácter supuestamente humanitario de estas entidades no obliga a que compartamos sus principios u objetivos ni, por supuesto, a considerar que sus miembros sean entusiastas activistas de la solidaridad y del altruismo. Incluso existen ONG ideologizadas e interesadas, subvencionadas y lucrativas o extremistas y peligrosas que actúan sin escrúpulos para conseguir unos fines que juzgamos ilegítimos, delictivos o indecorosos.
Pero si un gobierno posee indicios que alguna ONG realiza actividades prohibidas tiene la obligación de denunciarlas ante las autoridades competentes y no encomendarle a su portavoz que conjeture públicamente sobre la consideración legal o moral de las sospechosas prácticas de aquélla. En estos casos de explicitas ambigüedades y cobardes sobreentendidos quizás sea conveniente aplicar la máxima de Chesterton de que el silencio es la réplica más aguda. Y, especialmente, cuando se responde a los políticos más obtusos.