Hafsa tiene miedo, mucho miedo, y por eso no
quiere denunciar a su ex pareja y padre de su futuro hijo. “No tengo fuerzas para pasar por lo mismo”,
nos decía hace unos días, ya que el pasado diez de abril sí puso en conocimiento
del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número dos de Melilla que fue
agredida por la persona con la que compartía su vida. Entonces, convivía con
él. Ahora no, lo que no ha evitado que el pasado martes la agrediera de nuevo
provocándole diversas contusiones y que ayer por la noche, acompañado por su
actual pareja, la amenazara.
Lo ha hecho después de que el caso de esta mujer
marroquí haya sido difundido por la ONG
Prodein. En estos momentos nadie sabe dónde se encuentra esta joven de veintiocho
años que prácticamente no habla español.
“El martes no dejaba de repetirle que se fuera a Marruecos”, nos explica
el presidente de esta organización humanitaria, José Palazón, quien desde
anoche intenta localizarla. “Nadie sabe dónde está”, afirma preocupado, mientras deambula por la sala de espera del
Hospital Comarcal de Melilla donde Hafsa llevaba un mes durmiendo. Estas dependencias se han convertido, por muy
triste que suene, en el hogar de esta mujer. “No tengo otra opción”, nos decía, y nos explicaba que tras poner la denuncia
ingresó en el centro de emergencia de Cruz Roja. “Todo el mundo se portó muy bien
conmigo”, insistía. Posteriormente la
trasladaron a la casa de acogida de mujeres maltratadas que pertenece a la
Ciudad Autónoma. “En ningún momento incumplí las normas”, aseguraba, “lo único
que ocurrió fue que comencé a tener dolores y como el personal del centro no me
llevó al médico se lo pedí a una amiga”. Una versión que corrobora Malika, la
persona que más ha ayudado a Hafsa durante estos meses. La conoció en una
tienda cercana a la casa de acogida, y desde entonces, no ha dejado de
ayudarla. “No podía casi ni andar porque tenía fuertes dolores”, nos aclara. Por
ello, no dudó en llevarla a urgencias y después en acompañarla a la casa de
acogida en el coche de un vecino. Una
actuación que considera “determinante” para que a su amiga la echaran de allí.
Al parecer, desvelar la localización de una casa de acogida protegida supone
una falta de disciplina grave, pero Hafsa no lo sabía.
“Es incomprensible la expulsión”, afirma
Palazón, ya que una medida de este tipo se produce sólo en situaciones muy
extremas. En este caso, Malika reconoce que discutió con el personal
del centro “les recriminé su actitud”. Un incidente que ha sido determinante,
insiste, para que esta joven se quede en la calle. “Yo no la puedo acoger”, se lamenta, “vivo
con mis hijos en un piso pequeño y cobro la ayuda de cuatrocientos euros,
concluye.
La ONG Prodein considera que esta medida “deja
totalmente desprotegida y en peligro” a Hafsa, por lo que exige responsabilidades
a la Administración Pública. “No se puede
desatender a una mujer embarazada, que ha sido maltratada y que no tiene
recursos ni ningún tipo de apoyo”, insiste, al mismo tiempo que trata de
averiguar dónde se encuentra esta joven.
Belén Amador.
Melilla.