lunes, 29 de abril de 2013

En la Europa de los Derechos y las Libertades.




Eufóricos, mirando al cielo, dando las gracias a Dios como si hubiesen pisado el paraíso y sin dejar de decir ‘bosa’, que significa ‘victoria’. Así entraron treinta de los ciento cincuenta inmigrantes que intentaron acceder a Melilla este jueves 25 de abril. Stephan, un camerunés de veintiocho años, se encontraba entre ellos. Tras más de año y medio en el monte Gurugú  ha conseguido, al tercer intento, acceder a la ciudad autónoma. La primera vez, se quedó entre la segunda y la tercera valla; y la segunda vez, nos dice, llegó a pisar territorio español pero la Guardia Civil lo devolvió a Marruecos. “Fue horrible, la gendarmería marroquí no paró de golpearme”, nos explica mientras nos muestra su muñeca, mal curada, después de haberla tenido rota. Aún así, nos aclara que tuvo suerte,  ya que hay quien acaba perdiendo la vida en manos de la gendarmería marroquí. “Yo vi como moría un chico llamado Clémant, no me lo puedo quitar de la cabeza”, añade. Por éso, cuando el pasado jueves logró saltar la valla no dejó de correr. “Tenía mucho miedo”, insiste, y destaca que ninguno de los inmigrantes llevaba palos, y mucho menos cuchillos. Lo único que hicieron, nos aclara, fue huir de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado por miedo a que los expulsaran al país vecino. De hecho, nos asegura que dos furgones de la Policía Nacional trasladaron a veinte subsaharianos, entre ellos a su mejor amigo. “A mi hermano se lo llevaron y ahora mismo está en Oujsda”, afirma angustiado. Mientras que a él y a otros treinta subsaharianos la Guardia Civil, nos dice, los condujeron a la rampa de un garaje, que era precisamente el del presidente y portavoz del principal partido de la oposición, Coalición por Melilla (CpM), Mustafa Aberchán. El político, médico de profesión, vive en un barrio conocido popularmente como ‘Las Cuatrocientas Viviendas’, muy próximo al CETI. “Allí los agentes utilizaron gases tóxicos y métodos violentos para reducir a los inmigrantes”, una declaración que no sólo la hace Stephan, sino también los vecinos de la zona, algunos incluso tienen grabado el maltrato al que fueron sometidos los inmigrantes. El objetivo era expulsarlos inmediatamente al país vecino, una actuación ilegal, teniendo en cuenta que los inmigrantes estaban ya en territorio español. 


En la Europa de las Libertades y los Derechos from prodein on Vimeo.


Sobre las diez de la noche, el líder de CpM, Mustafa Aberchán, llegó a su casa, después de que su hija asustada por lo que estaba sucediendo lo llamara por teléfono. Entonces, encontró al grupo de subsaharianos y a los agentes en la puerta de su garaje y acabó atendiendo a estas personas en su misma casa, “ante las salvajes agresiones de la Policía”, manifestaba en una red social nada más producirse el incidente. Entre tanto, los treinta subsaharianos se negaban a salir de la casa del político. Lo hicieron, dos horas más tarde, después de que Aberchán negociara con el jefe superior de Policía, Ángel Riesco, su traslado inmediato al CETI.  “Pedimos ir andando y acompañados por Mustafa”, señala Stephan, y añade que no se atrevían a subirse en los furgones policiales porque “no sabíamos dónde nos llevaban”. Finalmente, los inmigrantes salieron del domicilio del político, abrazados y sin dejar de dar gracias a Dios, llegaron caminando hasta el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes. Un camino que también hicieron muchos de los melillenses que se encontraban en la zona y que habían sido testigos de lo ocurrido. Más de uno no dudó en aplaudir y manifestarles públicamente su apoyo, como también lo hicieron algunos representantes de ONG´s y entidades de la ciudad, como Prodein o la Comisión Islámica de Melilla.

Y es que esta entrada de inmigrantes ha marcado un punto de inflexión. Por primera vez, un político cuestiona públicamente la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en estos casos y mientras que el delegado del Gobierno asegura que los agentes utilizaron “la fuerza comedida, nunca con violencia”, en el centro del debate está el respeto a los derechos humanos. Una cuestión que cada vez está más presente en Melilla y que inevitablemente nos lleva hasta el dos mil cinco, cuando los saltos masivos generaron una solidaridad entre la población que hasta el momento no se había dado. Ocho años después, parece que no han cambiado mucho

Belén Amador Rodríguez.




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