La socióloga y asesora de la ONU clausuró en Oviedo la I Conferencia internacional sobre protección a la infancia
Maria Herczog tiene una curiosa teoría según la cual la vocación política es consecuencia de una infancia infeliz. Sólo reconoce una excepción, Barack Obama, y pone como ejemplo extremo a Adolf Hitler, aunque también cita a Nicolas Sarkozy. Herczog, que forma parte del Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas (ONU) y que ayer clausuró en Oviedo la I Conferencia internacional sobre protección a la infancia, sostiene que un niño con todas sus necesidades emocionales cubiertas sabe reconocer y satisfacer las de los demás y aprende a resolver los problemas pacíficamente. En su opinión, resulta evidente que los políticos carecen de esas habilidades.
Estas singulares conjeturas no son improvisadas. La socióloga húngara Maria Herczog ha dedicado los últimos veinte años a indagar sobre los peligros que amenazan a los niños de todo el mundo, ayudando a las instituciones competentes a combatirlos. «Los problemas son los mismos en todos los países, lo que cambia es la situación económica, social o política», observa, y así ha llegado a la conclusión de que «para muchos países la pobreza es una excusa: los derechos de los niños deben ser respetados tanto en un país rico como en uno pobre». «El afecto y la seguridad son las necesidades básicas de un niño y le pueden ser proporcionados en cualquier situación», recalca.
Como experta del Instituto de Criminología de Hungría, Maria Herczog asesora a la Policía en casos de maltrato y desprotección infantil. El sistema de protección de menores español, sobre el que ayer escuchó hablar al jefe del Grupo de Investigación en Familia e Infancia de la Universidad de Oviedo, no es, a su parecer, mejor ni peor que el de otros países de su entorno. «España tiene los mismos problemas», afirma, y en este ámbito, dice, hablar de soluciones no se ajusta bien a la realidad. «Cuanto más se hace, más se necesita, aparecen nuevos problemas», se resigna.
Al analizar la situación de los menores en España, Herczog se detiene en un hecho que no es característico, porque se repite en otros países, pero sí trascendente. «Hay pocas familias de acogimiento, y no es raro. La gente no quiere pasarse la vida cuidando niños: es un trabajo muy estresante», admite, pero eso obliga a asumir y hacer frente a esa carencia. «Está claro que los recursos de los que disponen las administraciones no son suficientes para responder a la demanda, así que hay que enfocar la atención a los menores desde la propia familia y la comunidad».
No está de más, añade, dedicar algún tiempo a detectar con precisión las nuevas necesidades en materia de infancia. «Si conocemos bien los problemas, enfocaremos mejor los servicios y resultarán menos costosos», aconseja.
Fuente: La Nueva España
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