Nicho 160: varón, negro, sin identificar Escrito por Carmen Echarri LUNES, 09 DE MARZO DE 2009
Esas cuchillas fueron las que quitaron la vida a este joven que, envuelto en un sudario blanco, con un rosario entre sus manos, representa ahora el número 77, el de las víctimas que permanecen enterradas en Santa Catalina tras ser víctimas de la inmigración.
Al lado de este joven, enterrado con la leyenda de ‘varón, negro, sin identificar’, se encuentra otro compatriota que también falleció al intentar entrar a nado, por el mismo tramo que él utilizó: Beliones. Se trata de Laucling Sonko, senegalés cuya familia, residente en Almería, ha trasladado el caso de su muerte hasta el tribunal de derechos humanos de la ONU. A diferencia de Sonko, este joven ha recibido cristiana sepultura sin identidad, sin conocerse incluso su origen. Un grupo de feligreses, algunos inmigrantes del CETI, la Asociación Unificada de Guardias Civiles y trabajadores de ‘El Faro’ acudieron hasta Santa Catalina para rezar por él. Este subsahariano, que ha encontrado la muerte con no más de 25 años, murió solo pero no estuvo así en su despedida.
La tragedia vivida por este subsahariano estaba en boca de los presentes “Esta muerte es fruto de un mundo que no es justo”, recordó ante los presentes el vicario Francisco Correro, que dedicó la misa en Africa de las 10:00 horas a este sin papeles. Correro empezó el oficio visiblemente afectado. “Nunca se puede elegir una palabra para este tipo de muertes”, indicó antes de comenzar la lectura de la Biblia. “Enterramos a un hijo de Dios, del que no sabemos su nombre”, lamentó. “Podemos imaginárnoslo despidiéndose de su familia, de su madre, buscando otro camino, aunque ha encontrado el de la vida eterna, demasiado joven, muy pronto”, lamentó.
Con el entierro de este joven se cierra una historia migratoria más con final trágico. Una historia que despierta temor entre los subsaharianos acogidos en el CETI, porque saben que al otro lado de la valla les esperan compañeros, familiares, amigos que buscan el momento idóneo para intentar entrar de manera clandestina en la ciudad.
Al otro lado de la frontera, en Beliones, quienes viven asustados por las persecuciones organizadas por agentes marroquíes, desconocen, todavía, quién es el compañero muerto. De él sólo se sabe que vestía ropa deportiva, que portaba una alianza y que intentaba el salto ayudado de unos guantes de jardinero. Casi consiguió su sueño. Saltó la primera de las vallas, pero no llegó a cruzar la segunda. Las concertinas se encargaron de quitarle la vida.
#NoSonUnObjetivo: haz oír tu voz
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