viernes, 21 de junio de 2013

Buscando protección en la calle.


Hafsa tiene miedo, mucho miedo, y por eso no quiere denunciar a su ex pareja y padre de su futuro hijo.  “No tengo fuerzas para pasar por lo mismo”, nos decía hace unos días, ya que el pasado diez de abril sí puso en conocimiento del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número dos de Melilla que fue agredida por la persona con la que compartía su vida. Entonces, convivía con él. Ahora no, lo que no ha evitado que el pasado martes la agrediera de nuevo provocándole diversas contusiones y que ayer por la noche, acompañado por su actual pareja, la amenazara. 



Lo ha hecho después de que el caso de esta mujer marroquí haya sido difundido  por la ONG Prodein. En estos momentos nadie sabe dónde se encuentra esta joven de veintiocho años que prácticamente no habla español.  “El martes no dejaba de repetirle que se fuera a Marruecos”, nos explica el presidente de esta organización humanitaria, José Palazón, quien desde anoche intenta localizarla. “Nadie sabe dónde está”, afirma preocupado,  mientras deambula por la sala de espera del Hospital Comarcal de Melilla donde Hafsa llevaba un mes durmiendo.  Estas dependencias se han convertido, por muy triste que suene, en el hogar de esta mujer.  “No tengo otra opción”, nos decía,  y nos explicaba que tras poner la denuncia ingresó en el centro de emergencia de Cruz Roja. “Todo el mundo se portó muy bien conmigo”, insistía.  Posteriormente la trasladaron a la casa de acogida de mujeres maltratadas que pertenece a la Ciudad Autónoma. “En ningún momento incumplí las normas”, aseguraba, “lo único que ocurrió fue que comencé a tener dolores y como el personal del centro no me llevó al médico se lo pedí a una amiga”. Una versión que corrobora Malika, la persona que más ha ayudado a Hafsa durante estos meses. La conoció en una tienda cercana a la casa de acogida, y desde entonces, no ha dejado de ayudarla. “No podía casi ni andar porque tenía fuertes dolores”, nos aclara. Por ello, no dudó en llevarla a urgencias y después en acompañarla a la casa de acogida en el coche de un vecino.  Una actuación que considera “determinante” para que a su amiga la echaran de allí. Al parecer, desvelar la localización de una casa de acogida protegida supone una falta de disciplina grave, pero Hafsa no lo sabía.
“Es incomprensible la expulsión”, afirma Palazón, ya que una medida de este tipo se produce sólo en situaciones muy extremas.  En este caso,  Malika reconoce que discutió con el personal del centro “les recriminé su actitud”. Un incidente que ha sido determinante, insiste, para que esta joven se quede en la calle.  “Yo no la puedo acoger”, se lamenta, “vivo con mis hijos en un piso pequeño y cobro la ayuda de cuatrocientos euros, concluye.  
La ONG Prodein considera que esta medida “deja totalmente desprotegida y en peligro” a Hafsa, por lo que exige responsabilidades a la Administración Pública.  “No se puede desatender a una mujer embarazada, que ha sido maltratada y que no tiene recursos ni ningún tipo de apoyo”, insiste, al mismo tiempo que trata de averiguar dónde se encuentra esta joven.

Belén Amador.
Melilla.