Si hay algo característico de esta ciudad es precisamente la aceptación por todas las partes de unas reglas que regulan el paso de personas por la frontera y su estancia en Melilla. Dichas reglas solo tienen un lejano parentesco con la "legislación española vigente" constituyendo muchas veces una "interpretación retorcida de la misma" y otras "abiertamente contrarias a la Ley"
Cada cierto tiempo, por motivos: unas veces políticos, económicos o de relaciones internacionales, las reglas cambian y entonces se produce una espiral de violencia sin control que solo cesa meses después tras la intervención de agentes externos a la ciudad y la implantación de una nueva regulación de hecho.
Los sucesos ocurridos en el año 2005 en los que decenas de personas fueron fusiladas, cientos murieron en el desierto y bastantes más resultaron heridas, fueron consecuencia de este ciclo infernal.
Desde hace meses venimos observando en Melilla inquietantes hechos que parecen indicar que estamos en el inicio de un nuevo ciclo:
- Cada vez son más frecuentes los traslados de inmigrantes detenidos en aguas españolas al puerto marroquí.
- El día 25 de madrugada 23 inmigrantes que habían accedido a Melilla por mar fueron deportados a Marruecos.
- La prensa local guarda silencio y solo transmite los escuetos comunicados oficiales emitidos por la representación local del Gobierno NaziOnal (fuerte incremento de la censura).
Como consecuencia convocamos a organizaciones y entidades que defienden Derechos Humanos a estar pendientes de la evolución de la situación en Melilla durante las próximas semanas y meses.
Solicitantes de asilo expulsados de Melilla
Expulsado de Melilla
"Puerta de servicio" de la valla
Puerta de salida a Marruecos
(Al fondo campamento marroquí)
Informe de Helena Maleno sobre la deportación en Melilla de 23 inmigrantes el día 25 de madrugada:
Sucedió la madrugada del veinticinco. Dicen que llegaron alrededor de las tres de la mañana a la costa de Melilla. El primer contacto fue con una mujer y dos hombres, que posteriormente identificaron como guardias civiles. Algunos estaban sorprendidos porque no sabían que en España una mujer pudiese formar parte de las fuerzas de seguridad.
Los agentes les pidieron calma y ellos se tranquilizaron. Les dieron un poco de agua para beber. Pidieron asilo, aunque según un pastor congoleño “sabemos por otros compañeros que a la guardia civil les da igual el tema del asilo”.
La mujer togolesa no se encontraba bien, decían que era la fatiga del bosque, del trayecto y su embarazo de casi siete meses. De las cuatro embarazadas era la que más sufrió durante la devolución. Su primer hijo, de seis años, no la soltaba de la mano. “Necesitaba asistencia médica, tenía algunas pérdidas”, declara una compañera camerunesa.
Este hecho, pasado por alto por las autoridades españolas, no escapó a la gendarmería marroquí que la envío de forma inmediata al hospital de Nador.
Son veintitrés inmigrantes, entre ellos trece mujeres y cuatro menores, devueltos sin garantías por la Guardia Civil de Melilla a Marruecos. Los niños, de corta edad, manifiestan pánico ante las personas uniformadas. “Cuando vemos un militar corremos, los de anoche también daban miedo”, dice un niño de ocho años.
Así, adultos y menores, fueron conducidos por la Guardia Civil hasta la valla que separa Melilla de Marruecos. Los gendarmes marroquíes no aceptaron al grupo, aunque según los inmigrantes, los agentes españoles estuvieron durante un buen rato negociando con ellos.
Después de esto, dieron vueltas y más vueltas. Finalmente, los inmigrantes fueron introducidos en una embarcación española y entregados a los marroquíes por la zona de costa. Esta vez sí que los gendarmes, tras otro tiempo de negociaciones, aceptaron la devolución.
Eran las siete y algo de la mañana. Los veintitrés acabaron detenidos en la comisaría de Nador, aunque al día siguiente las autoridades marroquíes liberaron a las mujeres y los menores.
Preguntan las víctimas de la devolución si lo que a ellos les ha sucedido son prácticas de las leyes españolas. Complicado explicar la realidad de unas fronteras donde los acuerdos bilaterales, las decisiones políticas, están por encima de los Convenios Internacionales y las propias leyes de los países.