Anciana porteadora en la fontera del `Barrio Chino´. FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS . . En la cima del monte de María Cristina, uno de los barrios tradicionalmente musulmanes de Melilla, se levanta la casa que las religiosas de María tienen allí para atender a los más desfavorecidos. Funciona como una misión en África, en medio de 1.500 familias musulmanas. Cuatro hermanas se reparten el trabajo de atender una demanda que les supera con creces. “Todos los días llega una docena de madres pidiendo apenas leche y galletas para sus hijos. Nosotras no les preguntamos si tienen papeles. Por eso vienen. Porque en otros dispositivos es lo primero que les piden para atenderlas. Y eso las discrimina”, asegura con energía la hermana Mercedes Moraleda. La crisis amenaza con colapsar su humilde ayuda. De un tiempo a esta parte están volviendo muchos melillenses musulmanes que vivían trabajando en la Península y que se han quedado en paro. Viendo tanta necesidad que atender, las religiosas se dieron cuenta de que ayudarlas a resolver sus problemas con la documentación es casi más prioritario que la propia comida. Así, todas las tardes, más de 200 mujeres acuden a las clases de las “monjas del monte” como las llaman en el barrio, para prepararse la “prueba de españolidad”, un examen impuesto por el Gobierno a los inmigrantes antes de concederles cualquier tipo de papeles, y donde les preguntan cuestiones muy básicas sobre la actualidad española. “Todas tienen claro que sin documentación hay menos ayudas. Y la mayoría son analfabetas que no saben nada del mundo porque las han criado así. Apenas ven la televisión y menos aún las noticias. Por eso muchas no saben ni quién es el presidente del Gobierno. Incluso se hacen líos con el euro, en cuanto al cambio y demás”, asegura la hermana Mercedes. Otro de los servicios que ofrecen las monjas es formar a las mujeres para poder trabajar en el servicio doméstico. “Nuestra orden nació hace muchas décadas con esa misión de enseñar a las chicas que llegaban del campo a servir en la ciudad en la posguerra para que se sintieran más seguras. Antes lo hacíamos con las campesinas españolas y ahora con las marroquíes. Porque la explotación es grande. Muchas trabajan como internas por 100 o 150 euros al mes. Y como no tienen papeles, ni seguridad social, tienen que tragar con todo tipo de explotación”. Las calles del barrio están llenas de niños a cualquier hora del día. Es evidente que muchos no están escolarizados. Y los que lo están acuden a la Residencia de Estudiantes Marroquíes, un centro no homologado en España. El Monte de María Cristina no es precisamente un paraíso para vivir. Además de la cárcel, integrada en el paisaje urbano como un edificio más, rodeada de viviendas convencionales, el barrio alberga la única incineradora de la ciudad, un enorme repetidor parabólico y un helipuerto. “Mis hijas tienen unas alergias en la piel que no se van con nada. Hay muchos niños con asma y problemas bronquiales. Todo por culpa de esa incineradora. Dos veces por año para un mes para cambiar los filtros y aquí no hay quién viva, ni respire, ni nada. La basura se queda acumulada durante ese tiempo. Imagina el olor. Y cuando vienen los helicópteros, esto parece Afganistán. Muchas casas están rajadas por las vibraciones”, nos comenta Abdelkader El Funti, presidente de la Asociación de Vecinos Azahar, una de las más antiguas del barrio. Sin embargo, la escena más demoledora para la autoestima femenina en España la podemos ver todas las mañanas en cualquiera de los pasos fronterizos de la frontera con Marruecos. Cada día, miles de mujeres la atraviesan para ejercer de porteadoras en un tipo de contrabando que las autoridades españolas denominan eufemísticamente: “comercio atípico” y que, después del hachís, es el principal motor económico de la región del Rif desde hace más de cinco décadas. Más de 700 millones de euros anuales se mueven en Marruecos procedentes de este comercio. A las 6 de la mañana las “mujeres mula”, como se las conoce en el argot fronterizo, se agolpan en el lado marroquí para iniciar la “carrera” de todos los días. Su edad oscila entre los 15 y los 75 años, embarazadas y ancianas, da igual, y su “capacidad de carga” llega hasta fardos de 80 kilos. Ordenadas sin muchas contemplaciones y a porrazos por los policías marroquíes, bajan corriendo los 200 metros de cuesta del lado español hasta lo que se conoce en Melilla como “Barrio Chino”: una enorme explanada junto a las naves industriales donde esperan decenas de furgonetas blancas cargadas de ropa usada, zapatos, pañales, mantas o cualquier cosa de ser susceptible de vender en Marruecos. La mercancía ha sido comprada por los intermediarios en los almacenes de la ciudad y llevados allí para despacharlos en un “desorden bien ordenado”. Los fardos están preparados, numerados y con nombre y apellidos. Un hombre subido en la furgoneta va cargándolos sobre la espalda de las mujeres que, doblando el espinazo de una forma insólita, suben todo lo rápido que pueden la cuesta para atravesar de nuevo la frontera. Los guardias civiles españoles tratan de impedir las aglomeraciones. “Si no estuviésemos aquí se matarían”, confiesa uno de ellos. Los bultos son entregados al otro lado, en otras explanada y a otros intermediarios que completan el círculo pagándolas entre tres y cuatro euros por fardo. En el mejor de los casos ninguna de las porteadoras recibirá más de 20 euros por jornada. Además, tendrán que pagar medio euro a cada agente que le pide la documentación. Si no lo hacen, las mandan al final de la cola. Y así una y otra vez. Por eso, el puesto de guardia fronterizo en Marruecos está tan cotizado. . `Mujeres mula´ cruzando la frontera hacia Marruecos. FOTO © Ángel López Soto, miembro de GEA PHOTOWORDS . En noviembre de 2008 la muerte de una mujer, Safia Azizi, a consecuencia de una hemorragia pulmonar por aplastamiento de tórax al ser arrollada por otras porteadoras, sacó a la luz esta situación y se hicieron algunas actuaciones. Hoy las condiciones de seguridad han mejorado un poco en el lado español –han puesto un sombreado militar con humidificadores para que no se cuezan al sol- aunque la imagen de estas mujeres embarazadas, ancianas, algunas también minusválidas, dobladas bajo el peso de su carga sigue helando el corazón. Unas imágenes más propias de la Edad Media que de la Europa del siglo XXI. Para hacer frente a esta situación, el gobierno de la Ciudad Autónoma de Melilla ha colocado al frente de la Viceconsejería de la Mujer a Fadela Mohatar, una periodista española de origen bereber que ya puede presumir de ser la mujer musulmana que más lejos ha llegado en un cargo público en nuestro país. Fadela, locuaz, alegre y con mucha energía, está recién estrenada en el cargo tras las elecciones autonómicas de la pasada primavera. Reconoce que la situación de las melillenses es muy delicada. “Las mujeres aquí están condenadas a una falta brutal de oportunidades a todos los niveles. Y eso es algo que tenemos que corregir”, asegura desde su sencillo despacho de la Consejería de Educación, a la que está adscrita su departamento. Fadela, que ha trabajado 17 años como periodista en diferentes medios locales, conoce de primera mano todos estos problemas que ha sufrido incluso en carne propia. Hasta que cumplió los 18 años y juró la Constitución, la Viceconsejera fue también una “mujer invisible” a efectos legales. “De pequeña, como no tenía documentación, tenía que pedir permiso hasta para viajar a la Península de viaje de estudios. El día que me prohibieron hacer uno lloré de impotencia ante una situación totalmente injusta. Entonces me lancé a la callé y participé en las manifestaciones que se organizaron para protestar contra la primera Ley de Extranjería que pretendía convertirnos a los musulmanes de Melilla en apartidas en nuestra propia tierra, sin derecho a tener propiedades ni entrar en los dispositivos de ayuda a los que tenían acceso el resto de la población”, asegura Fadela. La periodista, sin embargo, habla hoy con esa frescura e ilusión de la política recién llegada al cargo con las ganas intactas de encontrar soluciones para estos problemas. “El problema de las melillenses está ligado a otros factores generales de difícil arreglo. Por un lado, el fuerte impacto de la economía sumergida en nuestra ciudad fomenta la explotación de muchas mujeres en el servicio doméstico. Por otro, la falta de viviendas sociales –tenemos a más de 1.000 familias en lista de espera- cuya construcción ha sido bloqueada sistemáticamente por el Gobierno central socialista, nos deja con las manos atadas para resolver asuntos como el de Khadija que, por cierto, ha sido instrumentalizado políticamente por algunos sectores de la ciudad. Es fácil arremeter contra los servicios sociales. Pero, ¿qué se puede hacer si no hay medios?”, asegura Fadela. La Viceconsejera defiende el papel de los servicios sociales de Melilla a pesar de todas las críticas recibidas: “tratamos de evitar que nuestras ayudas sirvan de “efecto llamada” a las decenas de miles de mujeres marroquíes que viven al otro lado de la frontera. Por eso insistimos tanto en la documentación. Se está trabajando para que todas las receptoras demuestren por lo menos un cierto arraigo en la ciudad. Y, aún así, atendemos más de lo que podemos. De hecho, tenemos el hospital con mayor índice de natalidad de España porque la mayoría de los partos corresponden a mujeres marroquíes que cruzan la frontera para dar a luz aquí. Hace falta un gran pacto entre todas las instituciones, y mucho dinero, para conseguir invertir la situación… . ESTE REPORTAJE SE PUBLICÓ EL PASADO SÁBADO EN LA REVISTA `YO DONA´DEL DIARIO EL MUNDO.MELILLA – MUJERES INVISIBLES (II)
El espectáculo diario de las `mujeres mula´, porteadoras en la valla que separa Melilla de Marruecos por unos pocos euros, muchas embarazadas o ancianas, ofrece una imagen deplorable de la Frontera Sur de Europa más parecida a la Edad Media que a la del siglo XXI. En esta segunda entrega sobre las mujeres invisibles de la Ciudad Autónoma repasamos su vida, la dificultad que tienen las musulmanas para acceder a las ayudas siendo casi la mitad de la población y la esperanza que tienen puesta en la Viceconsejera de la Mujer, la también musulmana Fadela Mohatar, que accedió al cargo en las últimas elecciones autonómicas con la promesa de mejorar su situación.
Por Juan Carlos de la Cal, miembro de GEA PHOTOWORDS
`MUJERES MULA´
FADELA MOHATAR, Viceconsejera de la Mujer en Melilla
#NoSonUnObjetivo: haz oír tu voz
Hace 8 años